martes, 20 de diciembre de 2016

La Montaña Peruana

Cuando vas a la montaña peruana, la gente sobrevive haciendo todos los dias lo mismo, lo normal y simple, feliz. Están jalando a su burro, están criando gallinas, luego están comiendo gallina. Recogen paquetes de un camión que viene. 

Juegan a los carnavales con todas sus ganas. Te tiran agua en la calle. Pasas por debajo de varios balcones y te miran,  pero no se atreven a mojarte porque contigo va un hombre grande con mirada feroz. Saben que los golpeará si los mojan. Luego se meten en las casas de esos balcones agachados y recogidos. Se están descolgando, con sus tablas doblándose ante el peso. La gente sigue mirando entre las tablas retorcidas.

Crían estos chanchos peludos, grises y comen tocino. Cesina con tacacho. Plato de la montaña. Todas esas aldeas mirando el río Mayo abajo a la distancia, con las calles atiborradas de tierra pelada y arremolinada. Las curvas del río Mayo, me miran desde su recóndita lejanía allá abajo en la lontananza del barranco desde donde me mira, con sus aguas chocolate, reflejando la luz del cielo en el interior de mis ojos. 

Los árboles como pequeñas hormigas verdes alrededor, se arremolinan junto al río, toda esa alfombra verde que cubre la tierra. Más allá la sábana de niebla que comienza a cubrir el horizonte de arboles como una línea crepúscular. Una línea de tinta verde cruza el horizonte. 

Resulta difícil imaginarse la cantidad de animales feroces y letales, pululando entre esos pequeños puntos verdes a la distancia. Todo parece tan inofensivo a la distancia, el agua y cada detalle parece sin importancia. 

Da un salto a la distancia y quedas inmerso, desaparecido en esa rica vegetación que te cubre con sus diaria elevación al cielo. Otra dimensión espacial, otra realidad relativa a la distancia de donde se mira. Así veo mi piel y los cabellos e imperfecciones, desde la altura de mis ojos y no veo las pequeñas bacterias comiéndose unas a otras, como podría ser yo en medio de esa selva que se ve como un paño verde, pero que yo sé su realidad de cerca. 

Nadie ve la selva de cerca en realidad, con sus animales en el más pleno diario vivir. Todas las películas y escenarios son fríamente calculados para no morir en el intento. 

Creemos conocer de cerca los más secretos lugares, pero sólo vemos desde lejos, la posibilidad, contemplada a la distancia.

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