lunes, 26 de junio de 2017

Entre Cantos y Pétalos

Esta mañana vi salir el sol entre los árboles. El viento estaba soplando un poco, lo suficiente como para mover las hojas del sauce, justo al pie de la acequia. Luego vino un conejo de entre los matorrales, se paró atentamente por si alguien venía y prosiguió su camino hasta la corriente de agua, donde tomó unos sorbos y se limpió las orejas con sus dos patas delanteras. El color caramelo de su pelaje brillaba más con los rayos dorados de la mañana. Luego dio un salto y desapareció entre las plantas al otro lado. Los rosales no han brotado todavía, pero veo que tiene unas hojitas verdes menudas saliendo desde las puntas de las ramas. El gras está cubierto de una fina capa de humedad y una babosa resbala lentamente dejando una estela brillante.
No he escuchado a Silvana todavía. Debe estar durmiendo y soñando que juega en el jardín. Me voy a sentir tan feliz cuando la vea salir por la puerta, dando saltos y haciendo danzar sus trenzas rojizas al son de sus zapatos azules. Espero que venga trayendo una canasta como acostumbra para recoger algunas de mis flores.
Ella siempre se acerca a ver mis pétalos muy de cerca y percibe mi perfume con su pequeña nariz. Quisiera decirle cuanto la quiero y cuánto me gusta estar con ella... si pudiera hablar. Pero mis hojas se agitan cuando ella se acerca y vibran con el tono de su voz cuando empieza a cantar hermosas melodías. Oh, esas canciones luego quedan en mi memoria y se repiten una y otra vez, recordándola durante el resto del día. Recuerdo cuando venía con su hermana Raquel y las dos preparaban el té en una mesita del jardín. Pero a Raquel no la he vuelto a ver. Escuché que se ha ido a una escuela más lejos y que vendrá por Navidad. Quizá por eso Silvana esta durmiendo más tarde porque se aburre al no ver a Raquel. Me he esforzado mucho para tener más flores últimamente, así Silvana viene a verme más seguido. Me encanta sobretodo cuando trae a Travieso, su perro, y tira una pelota y él la recoge una y otra vez. Es muy divertido.
Mis pétalos han comenzado a cambiar de color últimamente. Ahora son más azules que antes, pero parece que eso le agrada a Silvana. Digamos que mis flores cambian de humor cada cierto tiempo. Quizá eso signifique que estoy aburrida o triste, quien sabe.
Todavía recuerdo cuando Raquel se subió al árbol para recoger unos mangos y se resbaló, cayendo como un zapallo. Comenzó a llorar desconsoladamente y vino su mamá y le untó una crema en la rodilla, que se le había hinchado como una granada. Como quisiera tener pies y manos para poder jugar con ella. Yo también quisiera sentarme a tomar el té y cantar canciones de tonadas divertidas. Tomarnos las tres del brazo y bailar alrededor del jardín. Eso es lo que más me gustaría. Pero me contento con que Silvana recoja mis flores y luego me lleve con ella y me ponga en un florero muy bonito que tiene en la sala y desde ahí puedo ver cómo toca el piano y su papá lee el periódico, moviendo el pie al ritmo del piano. Veo como su mamá revisa las cuentas y luego pasa llevando la ropa a lavar. También me lleva al florero de su dormitorio. Y eso es lo más bonito cuando en la noche se pone de rodillas y hace una oración con todo su corazón. Reza por su hermana Raquel para que regrese pronto. Le pide que le dé otra hermana con la que pueda pasar los días y compartir pasatiempos juntas. Me estremece el alma cuando le corren lágrimas por las mejillas, y luego se cubre la cabeza y entre sollozos de queda dormida. Quisiera ser su amiga y consolarla cuando se siente triste, quisiera compartir pasatiempos con ella y quisiera decirle cuánto me duele verla llorar.
Silvana no se ha levantado esta mañana. Mis tallos ya se están quedando sin agua y pronto no podré verla desde el florero. Ha comenzado a sudar mucho y mueve su cabeza de un lado al otro. Pareciera que le ha dado una fiebre alta, pero no veo a nadie que venga a ayudarla. Travieso se ha trepado en la cama y se ha echado junto a ella para hacerle compañía. Su mamá tocó la puerta, pero Silvana no contesta. Piensan que se fue a la escuela más temprano, pero no saben que Silvana esta enferma en cama. El teléfono ha comenzado a timbrar, Silvana lo mira pero no tiene fuerza para levantarse a contestar.
Son las tres de la tarde y con el calor mis pétalos ya se han caído. Ya no pude verla más desde el florero, mis flores allí se secaron. Desde el jardín percibir cómo se siente. Tristemente, no puedo alcanzarle un vaso de agua ni buscar ayuda.
Son las seis de la tarde y nadie llegó a verla. Son las nueve de la noche y ha salido su mamá sollozando tristemente y la siguió su papá para consolarla. Silvana a muerto de fiebre tifoidea y nadie estuvo ahí para salvarla. Toda la familia se ha reunido para el velorio.
Raquel se ha acercado a mí y ha sacado varias de mis más hermosas flores, con hojas y todo. Me ha sacado casi por completo, con tallos y hojas y me ha llevado para ponerme sobre el cajón donde pusieron a Silvana, quien se ve muy bella. Tiene un semblante de paz como nunca vi. Raquel me puso entre las manos de Silvana y luego han cerrado el cajón conmigo adentro, en las manos de Silvana. Hoy me quedaré dormida con Silvana, mi mejor amiga. Nos enterrarán juntas y nos quedaremos para siempre juntas. Nos haremos polvo juntas y seremos luego el alimento para un árbol nuevo. Nuestras ramas crecerán mucho, dando sombra a muchas criaturas. Daremos mucho fruto y en nuestro frondoso ramaje harán nido aves del cielo. Juntas para siempre.

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